Podríamos culpar al stress o a las complicaciones de la vida moderna. Podríamos achacarlo a un malfuncionamiento corporal o a una falla del sistema de nervioso autónomo. Lo cierto es que el estreñimiento, en su lenguaje silencioso, nos dice más de nosotros mismos que años de psicoanálisis o de conficencias anónimas a quien quiera escucharnos. El estreñimiento, además de ser una especie de deprivación de una actividad fisiológica segura es la abstinencia del placer de defecar. Es, simple y sencillamente el reverso de los modernos padecimientos como son la bulimia y la anorexia. Pero, mientras estos se concentrar en impedir la ingesta del alimento o en su rechazo, éste se empeña en retener aquello que deberíamos dar salida. Y, como casi siempre sucede con aquello que queremos hacer obligatorio, sobre todo cuando nos referimos a lo corporal, lo que queremos realizar se vuelve casi siempre una hazaña imposible de lograr. No importan pujidos o rezos para nuestro cuerpo, ni le interesa que laxantes y dietas rigurosas le intenten obligar a hacer lo que no quiere. Cuando ya la nostalgia de la evacuacaión se apodera de nuestro ser todo, simplemente sucede. Así: como si nada. Y..., a otra cosa. La próxima vez que tus empeños se concentren en este simple acto de evacuación sin que puedas lograrlo. Deja que fluya. Así se simple es la respuesta. Y si no puedes, acuérdate del consejo de la abuela: aceite de resino. Para los que pensaban que este remedio debe aplicarse vía oral, se equivocan. El lugar adecuado debe ser aquél desde donde se origina el problema...
viernes, 7 de mayo de 2010
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